Ahora me odio. Sí. AHORA. Justo cuando debería firmar un tratado de paz metafísica; dejarme de excusas pusilánimes y ponerme de acuerdo para trabajar... ¿Trabajar? Ya estoy mintiendo. Porque no. No tengo ganas de trabajar. No sé de qué tengo ganas. Y eso me desespera. No encuentro inspiración ni ánimo para desarrollar nada. NADA. Y la nada me encanta ¿sabéis? Vosotros, nadie. Me encanta que nadie sepa que me gusta la nada. Porque en el vacío se está tan bien... No sé lo que quiero. Quiero dejar de ser cobarde. Esta comodidad aburguesada. La de llegar a casa y no hacer absolutamente nada con mi vida. Pero eso se acabó.
La tristeza que te arranca del presente y te traslada a un futuro desértico; Adiós respiración; Hola dolor; Largáos lágrimas; Bienvenida autocompasión.
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